miércoles, febrero 07, 2007

Obituario

Acabo de romperme el cuello con mi mano de 3 otoños menos, cuando mi cara llovía sin respuestas. Aprovecho entonces de escuchar las mismas tardes de allá, los rostros sin barbas que hoy me tienen enmarcado en lo que acaba de pasar, quizás con tiempo de sobra entre norte y sur. Hoy mis dedos son mas largos y mi condición se hace propensa a cortar raíces, a rebelarme de mi color primario para ir adaptando pinceles nuevos a la colección de porvenires, automedicado con la insatisfacción de siempre. En realidad, creo estar más viejo pero no más sabio; mis ojos se limitan a reflejar la determinación a trazar mi camino con tiza negra sobre un suelo pálido. Me caí sobre mí mismo y torcí mi cuello, mi sonrisa se dibujó con pena. Pena por haber sido, pena por la ingenuidad que tuve, pena por la inocencia de algunos otros. Aproveché de arder en llamas por la terquedad de los estandartes, por los decibeles requeridos para, por el precio de no arrodillarse. Y solté una lágrima. Por la muerte ajena quizás, por mi nombre mayusculizado al salir a flote, por la tumba que empiezo a cavar mañana a primera hora, y presiento una ternura digna de relojes desconocidos, como los que alguna vez tuve que deducir en los labios tuyos, sólo que ahora la entrada de los cines no será gratis.