martes, junio 17, 2008

Cuando abrace a un niño, cuando me diga que me odia, entre lágrimas, por el sólo hecho de pertenecer a su historia, a su itinerario; cuando me vea y descubra esa homología de intereses, de bagaje neuronal, y me mire con distancia; cuando un niño me plantee la duda metafísica más radical para una voluntad límite, a saber, esa duda que busca en la base del recuerdo sea cual sea la vía más corta y efectiva para escapar de la conciencia, de la vigilancia, del castigo; cuando me vuele tres cuartos de la cara con su ignorancia más propia, cuando me ignore, cuando no entienda lo que le digo y ría

En el momento de abrazar a un niño triste
de llamarlo por mi nombre
de dejarme asesinar en el patio de su casa

entonces
y sólo entonces
habremos dicho algo relevante sobre el mediodía
sin traicionar su inocencia o su luminosidad
sin contradecir aquello que en nosotros habla aunque no seamos capaces de leer ese discurso en voz alta

miércoles, junio 11, 2008

En algún momento aparecerá el entusiasmo
de pintarse las manos con un color
negro absoluto

Así, cuando nos despidamos del aire
o lo agarremos del cuello
sabremos perfectamente dónde y cuándo,
en este intento de competir palmo a palmo con el hambre
con sus procedimientos pulsionales,
dónde hemos puesto "nosotros" la firma y la autorización
de que se nos avise a última hora

que el aire, o sea, este conjunto limítrofe de brisas heladas
se va del mundo
dejando, sin embargo, una especie de escándalo
ahí donde antes se discutía el porvenir
de nuestra simbólica más privada