domingo, diciembre 09, 2007

¿Hay algo importante en la vida? ¿De verdad hay algo importante en la vida? No lo pregunto con un afán destructivo o nihilista (mucho menos con un afán nihilista). Lo pregunto sólo como sugerencia, casi como pidiendo permiso: ya que de haber algo REALMENTE importante, algo ante lo cual detenerse con cierta solemnidad, significa que cualquier análisis (cualquiera) sobre las cosas o la vida cuenta ya con al menos un obstáculo.

jueves, noviembre 15, 2007

metáfora

¿cuál es la diferencia entre:
la vara de medición
el ojo que entra
el ojo que sale?

¿hay, acaso, palabras para las cosas?

¿hasta qué punto el abismo?
¿acaso la soledad?

martes, octubre 30, 2007

DIALOGO

Cuando se trata de una verdadera introspección todas las palabras hierven


y terminan por desaparecer
en algo mucho menos denso que el aire.

jueves, septiembre 20, 2007

no hablo mucho

Es la negación de lo supuesto.

Tal vez, si todos flotaran suavemente, sin piedras en la nuca
sin piso firme
indiferentes a sí mismos.

¿Por qué cuesta tanto asumir el vacío?

miércoles, agosto 15, 2007

De cerca y de lejos, preferencialmente. Salen volando las oraciones de mi cabeza, botando de sus alas la cicatriz nominal. No llevan banderas. No se estrechan la mano. Nunca han sentido lo mismo. Sólo buscan la infinitud, quieren alcanzar la distancia suficiente para que yo no las toque. La luz y el sonido nunca han necesitado llaves. Los camellos caminan de la mano, a plena luz del sol, las bestias y los androides se abrazan, se esclavizan y se liberan. Cualquier símbolo puede traer obstáculos.

jueves, julio 19, 2007

De dónde sale la palabra

Hay quienes pretenden estar quietos, tranquilos, solemnes mientras el todo acontece. Evito, sin embargo, las valoraciones, las superioridades. Herramientas antinaturales. El maldito lenguaje como conexión de los brazos, eso se puede decir con soberbia.

Me da pena escribir, y me cuesta decir el por qué. Si ese por qué existiese, sería algo así como una gigantesca botella, los cuerpos ciegos, todo pitagóricamente calculado. Eso es lo que se evita cuando se reciben en la cabeza los insultos, desde el subterráneo. No querer caer en ningún tipo de paréntesis. Cuesta, y lo suficiente.

La intemporalidad, qué complicado. Motivo de golpes cuando quieres que todo se caiga. Cuando efectivamente toda hora señalada se desvanece. Yo no sé a quién se busca cuando te acusan de renegado. Y no es de mala onda. Pero qué lástima cuando los vectores no se ven, y entonces los choques son maravillosos. La vida sería, en ese caso, dudosamente más simple.

sábado, julio 07, 2007

La Rabia

Justo ahora que salgo sin ases
sin guerras civiles,
con mi nombre, así de simple y la mirada,
como fija en un absoluto, sin tropiezos.
Así compiten los vientos de marzo,
a sangre fría, sin honores,
ahora justamente sin mayúsculas
sin despedirse
de su humanidad tácita
y su ropa negra de verano.

No faltan, sin embargo, los espasmos y los calambres,
el miedo ceremonioso
los corceles oscuros
la angustia, bella dama y su espejo:
un acto doméstico de rabia,
una mancha de tinta,
un subtítulo que repita sin pudores
el por qué de mi fobia a la calma.

domingo, mayo 13, 2007

Lo que sea, lo asumo.
Aún no es tiempo de confirmar nada.
(Puede que algún día sea necesario)

sábado, abril 28, 2007

El Desprecio

Dicen que el hombre vive de recuerdos. No me acuerdo quién lo dijo, o por qué, ni
siquiera sé si lo dijo algun presonaje de renombre. Lo cierto es que parece ser casi verdad. El cuerpo humano necesita, sin duda, de materialidades como el aire, el alimento, el abrigo,
y algunos dicen que hasta el sexo, para mantener el correcto funcionamiento. Pero el
interior de cada uno (sin hablar de esencia o existencia), me refiero quizás a lo
propio-característico, a ese algo parecido a la estabilidad consciente, o lo que sea que se
mueva dentro de la cabeza: eso a lo que me refiero necesita sin duda de sus momentos, sus
memorias propias. Porque ni siquiera los sueños o las promesas te mantienen despierto. Uno
sólo puede decir que "tuvo", alguna vez todos "tuvimos". La vida, a eso mimso voy, se
convierte en mera probabilidad frente al futuro. Ni siquiera nuestro cuerpo es certeza. "Nada existe", como diría un pesimista, y sólo nos queda el lenguaje para hablar de lo que
fue.

Pareciera ser que, dentro de este marco de probabilidades y alternativas, la gente
comienza a cambiar. Para bien o para mal, hacia arriba o hacia abajo, siempre estamos en
movimiento. Y sería ideal pensar que el individuo tiende a la mejora, a la creciente
madurez; si nos ponemos religiosos podemos hasta decir que el hombre va irremediablemente
hacia la divinidad. Pero siempre se mantiene atado a nosotros eso llamado "carácter": la
piedra angular, el ancho de los lentes con los cuales miramos el mundo. Un árbol puede
crecer muchos metros, puede ser podado, puede hasta secarse, pero siempre tendrá las raíces
en el mismo exacto lugar. Pues necesitamos obviamente un piso sobre el cuál comenzar a
crecer. Esto es irreprochable, casi un axioma. Y la memoria sirve justamente para eso, si es
que pensamos pragmáticamente. Al mirar atrás podemos pasar por todos los cambios de atuendo, hemos probado con miles de peinados, hemos conocido y olvidado un montón de nombres, direcciones, y ya sea que seamos niños o adultos, violentos o moderados, uniformados o librepensantes, ya sea que bebamos vino o fumemos pastabase, nuestras credenciales mantienen el mismo nombre impreso.

Yo conservo muy buenos recuerdos. He tenido muchos amigos, he mantenido contactos, he
formado otros nuevos. Pero me es dificilísimo olvidar risas. Siento que los recuerdos, más
que los sueños, más que la nula esperanza, y tal vez por un esfuerzo consciente, han regido
mi vida. Y puedo decir (descuidando del orgullo) que he estado en muchos lugares: he estado
lejos y cerca, solo o muy solo, en lo básico, en lo medio o en lo otro. Pero los recuerdos y
el carácter me siguen a todas partes. Puedo decir casi con soberbia que sigo siendo el
mismo, aunque me haya crecido barba y aunque mi ideología siga en proyecto. Y muchas veces,
casi todos los días, me levanto de la cama echando de menos.

Todos somos erróneos. Todos somos probables. Todos somos carencia. Todos aprendemos
tarde o temprano lo siguiente: que la vida no es ni debe ser fácil, y que sólo por el hecho
de ser, fundada muy a nuestro pesar en la incertidumbre, lo cierto es que sigue siendo,
siempre. Y es en esa realidad en la que seguimos estando siempre juntos.

viernes, marzo 30, 2007

Hic et Iam

Suelen caerme bien quienes sentencian con seguridad y firmeza un punto de vista. Aunque todos sepamos que es mentira, o mejor dicho, y para no caer en "rotundaciones", que toda subjetivización de algún aspecto de la realidad es simplemente eso, una subjetivización, una opinión que se puede proferir respecto a tal o cuál rasgo de un mundo derrotado por la teoría de la relatividad. Y aunque es mucho más fácil refugiarse en la no-existencia de los valores, en la creencia de que Bien y Mal existen en cada uno (bew) y en el principio "socialmente irrefutable" del respeto a las opiniónes ajenas, a pesar de todo eso sigo prefiriendo a aquellos que se definen férreamente bajo una hipótesis (personal, las colectivizaciones de las ideas me son nefastas) y que, como condición básica, sepan argumentarla coherentemente, para así poder entrar en discusión (acción humana que debiera ser considerada deporte olímpico).

Los que me conocen saben que estoy hablando tonteras, porque si me conocieran bien, sabrían que suelo no hablar mucho, menos aún discutir, tengo ideas y opiniones inusuales y contradictorias, que no creo en casi nada, menos aún en la consecuencia entre discurso y acción, que no me tomo casi nada en serio y que soy lo más absurdo y relativo que existe. Sin embargo, si han llegado hasta acá es porque intuyen que algo más hay en el texto, aunque sea mentira, pero quieren saber como va a terminar. Hace harto tiempo que queria escribir algo digno de ser subido al blog, algo digno de ser leído por la poca y nula gente que sabe leer. No lo conseguí. El culpable puede ser cualquiera, la falta de inspiración, la incapacidad de ordenar lo que quería decir, o la falta de una emoción fuerte, entre otras.

Aún así había algo que quería decir, no sé muy bien qué o a quién, y menos aún por qué. De pronto el lenguaje y sus abstracciones artísticas se me hicieron insuficientes, al menos no sin caer en los típicos lugares comunes y los recursos ya usados. Y lo que pasa es lo siguiente, sin filtros ni alegorías: que todo me es insuficiente, que la vida es ridícula, que no sé qué hacer para "hacer algo", que me asumo minoría y que no me basta la comodidad, ajena o propia. Me aburro, a pesar de estar convencido de que la situación, ajena o propia, presente o futura, no debiera ser para nada inactiva o libre de confrontaciones. y he ahí el factor agravante: el futuro... qué hacer para, por y con él.

Quizás este tipo de sentimientos o este tipo de disposiciones le sirvan de algo a los que discuten, a los que nombré más arriba. Los nombré porque me caen bien, porque no están felices, porque son violentos y se toman la vida en serio, quizás demasiado para mi gusto.

miércoles, febrero 07, 2007

Obituario

Acabo de romperme el cuello con mi mano de 3 otoños menos, cuando mi cara llovía sin respuestas. Aprovecho entonces de escuchar las mismas tardes de allá, los rostros sin barbas que hoy me tienen enmarcado en lo que acaba de pasar, quizás con tiempo de sobra entre norte y sur. Hoy mis dedos son mas largos y mi condición se hace propensa a cortar raíces, a rebelarme de mi color primario para ir adaptando pinceles nuevos a la colección de porvenires, automedicado con la insatisfacción de siempre. En realidad, creo estar más viejo pero no más sabio; mis ojos se limitan a reflejar la determinación a trazar mi camino con tiza negra sobre un suelo pálido. Me caí sobre mí mismo y torcí mi cuello, mi sonrisa se dibujó con pena. Pena por haber sido, pena por la ingenuidad que tuve, pena por la inocencia de algunos otros. Aproveché de arder en llamas por la terquedad de los estandartes, por los decibeles requeridos para, por el precio de no arrodillarse. Y solté una lágrima. Por la muerte ajena quizás, por mi nombre mayusculizado al salir a flote, por la tumba que empiezo a cavar mañana a primera hora, y presiento una ternura digna de relojes desconocidos, como los que alguna vez tuve que deducir en los labios tuyos, sólo que ahora la entrada de los cines no será gratis.