miércoles, octubre 11, 2006

1:47

Podrías llenar de auriculares tu casa
Esperando, quién sabe, un hola
Un quizás
Un de pronto
Un mañana
O un adiós, de la mano del velorio más honesto.
Colgando de mi techo está la semana,
Con la soga al cuello, quitándole sueños a goterones
Y fundiéndolos en el charco de sangre
Donde mis pies descansan satisfechos.

Seis pies bajo tierra estoy yo de nuevo,
En el patio, comiendo raíces o discutiéndole
A una piedra sabia.
Ahí doy a parar luego, siempre,
No sin antes redactar el día
Nuevamente,
El de después, y los que siguen,
Con palabras tan ambidiestras como torpes.

En el baño, muertas las horas,
Tus horas,
Las horas mías, con las venas sueltas sobre el piso limpio
Bien peinadas, haciendo maletas y despidiendo con labios púrpura
A sus horas queridas.
Yo me sacudo la tierra de los hombros,
Me limpio la lengua a cuchillazos
Para abrir mi ventana sin mayor timidez,
Para abrir mis ojos de a uno, solemnes,
Con la promesa de volver hirviendo en la cocina,
En la olla más triste que pude encontrar.

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