martes, noviembre 05, 2013

El desenfado general de los libros,
todo lo que se observa durante
una infancia y media, antes de la plomiza adultez
su advenimiento lento,
y el infinito pensar y
el pensar en el infinito pasar de la materia
y su honda paciencia.

Por qué me sigues, mugre internacional,
capital financiero, desertificación de la fuerza productiva del país.
Qué hay en mí
más allá de mi carne
divorciada ya casi de la métrica decimal.
Déjame solo si ya estamos todos solos y fríos
y dudando y
saludando más bien como diciendo adiós.

Caerás, gobierno del barro, y será bello,
y se hablará en pasado de aquel tiempo
en que prometíamos y jurábamos y ofrecíamos
nuestras penas a la nebulosa sentencia de un cálculo
que quiere vestirse de hecatombe.
Hay un guiño aquí al futuro que fue pasado
y luego fue muralla y muro y luego fue
ruina a fuerza de hambre.

Pero están oxidados todos los huesos de la moral cristiana
y nuestra situación de ser una extremadura.
Está frío este cuerpo que es mi época
y es escaso para sí mismo.
Porque es metal antiguo y piedra bajo las aguas.
Su apellido es hoy en día maleza.

Me engaño pues veo y reconozco
entre mis pieles un espíritu
que luce como el mundo pero es opaco
y cómo ha enflaquecido y se junta tierra entre sus párpados.
Allá va, lejos, va subiendo
la fama de escritores y políticos,
mientras el hambre y el sudor
y todos los lamentos del tiempo físico y circular
se hacen costra entre un siglo y otro siglo.
Caerás, yo supongo, imperio de los filántropos,
habrá que deshacerte desde tus vértices
moneda tras moneda
hacer que se contraigan tus dedos de araña
paraíso ridículo, peladero de las mentes, hogar en estado de sequía,
serás un árbol descreciendo hasta escindir la semilla
de sí misma.

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