Aún queda tiempo para los verbos, para los ojos, las manos. Hablamos de una curva, gigantesca.
Ahí es donde caen el fruto maduro y su semilla.
Se miran de frente.
Antes, en el momento de otros días, la piel y las uñas también decían. Había figuras por mover, piezas para mirar de cerca.
Todavía no oscurecía tanto como cuando se baja por las escaleras.
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