sábado, diciembre 26, 2009

Hemos tenido que soportar tantos sueños felices, tantas fantasías sublimes, que al momento de despertar y abrir los ojos sólo podemos aspirar a un diálogo honesto y sencillo con el amanecer de las hierbas y los seres inanimados. Una conversación que, de una forma u otra, termine con palabras frescas y reflexiones graciosas sobre el recuerdo y su hermano menor, el olvido.

Sonreír, convencerse de algo que es ajeno, pero más real que nunca. Sonreír como recostado sobre una profundidad imposible, es decir, una sonrisa que abarque tanto la derrota como el triunfo.
Sonreír ante la libertad de no tener absolutamente nada.

3 comentarios:

Velvetina dijo...

debo confesar que siempre te leo, esta vez te lo digo, me gusta caleta como escribes, esta vez por lo menos se debe un posteo.
cachai que encuentro que tu forma de escritura es como enseñando, o tal vez sea mentira.
chao :)

Unknown dijo...

La extrañeza de despertar un día en el presente con las pantuflas en el pasado

Dailhar dijo...

"Si, de acuerdo con las observaciones de Swift, un mal poema no es más que el aseo del cerebro, gracias al cual, para alivio del poeta enfermo, se eliminan gran cantidad de humores nocivos, ¿por qué no habría de ocurrir lo mismo con la lucubración de un escrito deplorable? En este caso, lo procedente sería dar a la naturaleza otra vía de escape, para que el mal quedase eliminado de manera radical y discreta, sin perturbar a los convecinos."

(Kant).