[a los que ya no]
Dejemos la abstracción de lado por un segundo, quiero tocar un tema
serio.
En serio, ahora terminando una etapa con un sabor agridulce en los labios, quizás a causa de las drogas ingeridas en esos pocos metros de parque.
Y no son pocos los momentos como esos, encapsulados en el humo de quiensabecuantos cigarros fumados en compañía de los que ya no.
Ya no somos los que somos, sino los que quedamos. Nos quedamos varados en una realidad sistemática-algebraico-despersonalizante (llevando a granescala la teoría castratoria de Sigmund).
Pensando en que ya falta poco, aún hay algunos (y no me excluyo) que aún creen en la fantasía Floydeana de echar abajo el muro.
Pero es este un laberinto lleno de muros y un techo que nos impide ver el cielo, lleno de paredes moralizantes-y puertas anti-utópicamenteselladas.
Cada ladrillo a su manera, con el martilloylahoz, o con la palabrainflamable, la melodíailusoria o el versocortopunzante...pero en vano, es inútil, nos diluyen, diluyen, diluyen, en una solución acuosa preparadaen laboratorio, como ejemplo comprobatorio de la teoría ácido-base de cualquier viejo loco,
(y sin testículos por culpa de Freud).
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