viernes, mayo 02, 2008

Dentro de una habitación tapizada en miradas, con esta imagen de un ojo inmaterial que se multiplica y rodea, se llega inevitablemente al punto de la no-definición, la proclamación de esa "nada cíclica", lo inconmensurable. Se capta al individuo sorpresivamente en un espacio dilatado, ridículo, oscilando entre el sí y el no: la locura se vislumbra, de lejos.

Uno se asusta pero en realidad lo que menos hay son sensaciones delineadas.

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